Panorama Videos

Legislativas 2021: esperando el día después

Falta poco para las elecciones legislativas de medio término del Gobierno de Alberto Fernández. La situación es compleja y el resultado de los comicios tendrá grandes implicancias para el futuro inmediato de la Argentina. 

Por Juan Luis Buchet, Corresponsal de Radio Francia Internacional (RFI), Director periodístico de Radio Cultura

Se viene la hora de la verdad. Este 14 de noviembre, las legislativas marcarán un hito en el mandato del presidente Alberto Fernández. No solo porque se trata de las llamadas elecciones de medio término, que siempre determinan, en un sentido o en el otro, es decir, favorable a la oposición o al oficialismo, el rumbo de los dos años subsiguientes. Pero también, en este caso, porque el Presidente y el Gobierno llegan a los comicios muy debilitados, y porque los problemas acumulados hasta hoy exigirán decisiones difíciles de tomar para el día después. Especialmente, teniendo en cuenta el antecedente de las primarias de septiembre, las PASO, Primarias abiertas simultáneas y obligatorias, cuyos sorprendentes resultados – amplia victoria de Juntos por el Cambio sobre el Frente de Todos -, causaron un verdadero terremoto político.

La dura derrota desnudó las profundas divisiones de la coalición gobernante, que estuvo a punto de explotar, cuando los ministros afines a Cristina Kirchner entraron en disidencia y la vicepresidenta se enfrentó abiertamente a Alberto Fernández. El acuerdo logrado días después, a duras penas, con el cambio de gabinete, es solo un arreglo electoral. Pero las internas siguen, como se verá con mayor o menor fuerza según el resultado de las elecciones legislativas.

Para el frente opositor, en cambio, el inesperado éxito en las PASO, reforzó la cohesión de la alianza, que había exhibido divisiones en la campaña de las primarias, entre halcones y palomas en el seno del Pro, el partido creado por el expresidente Mauricio Macri, y entre el Pro y una Unión Cívica Radical que decidió levantar cabeza y exigir todo su lugar en el espacio político con el apoyo de sus votantes. La diferenciación potenció a la coalición opositora, que supo luego mostrar su unidad en la diversidad en vistas de las parlamentarias de este 14 de noviembre.

Para recuperar electores perdidos o atraer a indiferentes, el Gobierno llamó a la vieja guardia: con Juan Manzur a su cabeza intentó dar una imagen de gestión y de acción. Acción enfocada, según el oficialismo, en mejorar la vida de todos, y especialmente los más necesitados. Entre otras medidas, los subsidios y ayudas del “plan platita”, como le define despectivamente la oposición, pero también el levantamiento, justificado por la situación sanitaria, pero acelerado con respecto a lo inicialmente previsto, de las principales restricciones relacionadas con la pandemia, siendo la vuelta del público a las canchas de fútbol un elemento no menor de este dispositivo.

Por último, en supuesta defensa del bolsillo de los argentinos, vino el congelamiento de los precios de cerca de 1500 productos, y el despliegue de inspectores, intendentes y militantes para su control en los supermercados. ¿Será suficiente para revertir la dinámica de las PASO? Difícil de responder. Pero se puede observar que Manzur se fue desdibujando al perder presencia en la campaña y ver sus dichos desmentidos públicamente por el jefe de la bancada oficialista en la Cámara de Diputados Máximo Kirchner y otros dirigentes K que lideraron los principales actos de campaña. En cuanto a los subsidios, becas y ayudas, siempre son bienvenidos para quienes los reciben, no sin que puedan notar que se piensa más en ellos en tiempos electorales, a la vez que los opositores al Gobierno ven confirmadas sus denuncias y consolidado su voto. Por último, si bien el congelamiento de precios puede aliviar temporariamente las finanzas de muchos argentinos, especialmente los más necesitados, muchos entienden que, más allá de las acusaciones contra empresarios y especuladores, atestigua del fracaso de la lucha contra la inflación, y es además una medida con vencimiento, que puede ser seguida por una explosión.

Frente a este confuso intento del Frente de Todos para mejorar sus expectativas de cara al 14 de noviembre, la oposición se hizo discreta. Le apostó a que las contradicciones y los errores del oficialismo le jueguen en contra. Con respecto a la campaña de las PASO, fue menos vehementemente anti Gobierno, privilegiando un discurso positivo, con propuestas para el futuro. Y evitó también, en líneas generales, poner el foco sobre los problemas que se están agudizando y debe afrontar el país, problemas a los que se deberá responder con carácter de urgente después del 14 de noviembre.

Uno de los más importantes es el de las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional para refinanciar la deuda de 44 millones de dólares heredada del gobierno de Macri. En estos días, el presidente Alberto Fernández, acompañado por el ministro de Economía Martín Guzmán, estuvo de viaje y se encontró con líderes mundiales. Con el fin, dicen los medios, incluso los que no son oficialistas, de obtener apoyos para dicha negociación.

Que lo digan los voceros del Gobierno, está OK. Es su trabajo. Pero no es la realidad. Desde que asumió, Fernández recorrió el mundo y se reunió con cuanto dirigente de importancia exista. Ninguno le dijo que no quería que acordara con el Fondo. Al contrario, todos lo desean. Pero alguno le habrá recordado que, para que ello ocurra, la Argentina tenía que presentar un plan económico sustentable, que permita mejorar las cuentas públicas, favorezca la inserción del país en el mundo, la inversión y el trabajo registrado, con metas que puedan ser cumplidas y que a la vez sea una garantía para la ejecución del nuevo acuerdo con el Fondo. Sin ese plan, los alientos no sirven de nada. EL FMI tiene reglas, que su director gerente y su staff deben respetar. Por lo menos en dos oportunidades fue imprudente, las dos veces con la Argentina. En los años 90 con Carlos Menem, en 2018 con Mauricio Macri. En ambos casos, curiosamente, con directores del Fondo franceses, Michel Camdessus y Christine Lagarde.

La Argentina no ha presentado aún un plan. Pero si lo hiciera y fuera sustentable, el FMI no se va a comprometer si no es el fruto de un acuerdo amplio entre el Gobierno y la oposición. ¿Cómo podría ser de otro modo, cuando en Washington saben que gran parte del oficialismo está en contra de la negociación con el Fondo, que en los mítines de campaña lo más popular es “La deuda no se paga”, y que tanto Fernández como Guzmán han debido expresarse en público en ese sentido? ¿Discursos de tribuna para consumo interno? Sin duda. Pero no solamente. De ahí que sin acuerdo nacional, probablemente ratificado por el Congreso, no se pueda finalizar la negociación con el Fondo.

No queda mucho tiempo. A fines de marzo 2022, la Argentina deberá enfrentar un primer vencimiento de los 18.000 millones de dólares a pagar en el año, así como la deuda con el Club de París que vencía este año y se postergó. De no poder hacerlo, el país iniciaría nuevamente el camino para entrar en default.

Pero el plan económico, con acuerdo o apoyo de las principales fuerzas políticas, no es solo una necesidad para el FMI. Lo es para la Argentina, como única manera de desarmar las bombas de tiempo acumuladas, muchas prontas a explotar. Esto debería empezar a gestarse el mismo 15 de noviembre. ¿Será posible? Lo veo muy difícil en caso de una improbable remontada del oficialismo, que podría al contrario incitar al Gobierno a cierta radicalización. Por otra parte, también hay gente lúcida en el peronismo.

¿Y qué pasaría en caso de que se confirme o amplíe en las legislativas la victoria de las PASO para la oposición? Es la hipótesis que privilegian todas las encuestadoras serias. Para Giacobbe y Asociados, la que más cerca estuvo del resultado de las primarias, la derrota del Gobierno será estrepitosa. Le da un techo de 36% de los votos a nivel nacional, debajo del cual el Frente de Todos iniciaría un proceso de disolución, que podría ser violento. (Esto lo agrego yo, sin poder evaluar las consecuencias institucionales de esta eventual situación). Si estos pronósticos se cumplen, el oficialismo sería derrotado en la emblemática provincia de Buenos Aires y perdería el control del Senado, creando una situación inédita para un Alberto Fernández más debilitado que nunca, y una Cristina Kirchner que se podría sentir muy amenazada por eventuales avances de sus causas judiciales.

Sí, se vienen tiempos complicados.

 

Print Friendly, PDF & Email

Suscribite a nuestro Newsletter