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¿Dónde estamos? ¿Y adónde vamos?

Son las preguntas que uno puede hacerse al comenzar este año. Esta nueva edición de Panorama quiere aportar elementos de reflexión y datos para poder responderlas. 

Por Juan Buchet, Corresponsal de Radio Francia Internacional (RFI) y Director Periodístico de Radio Cultura

¿Dónde estamos? ¿Y adónde vamos? Son las preguntas que uno puede hacerse al comenzar este año. A la primera, la mayoría de los argentinos de a pie contestaría sin duda contando cómo le afecta cotidianamente la inflación, que cerró oficialmente con un 94,8 % el 2022. A la segunda, con una marcada inclinación hacia la incertidumbre, con esperanza para algunos, desazón para muchos.

Para los políticos de la oposición, el hoy es un desastre por la inaptitud del Gobierno, y el mañana solo puede ser lo mismo, o peor. Del lado del oficialismo, las respuestas son diversas, lo que atestigua sus divisiones; todos reconocen los estragos de la inflación, pero desde la Casa Rosada resaltan que el crecimiento de la economía fue positivo el año pasado y esperan una moderación del alza de los precios en el 2023, después de haber celebrado, triste logro, que la del 2022, pese a ser la más alta desde 1991, no llegara a los tres dígitos. Recordemos que hemos entrado en un año electoral decisivo, en el que se elegirá presidente y se renovarán diputados y senadores, así como gobernadores e intendentes.

Ni muy muy ni tan tan. Un análisis independiente, no partidario ni alineado, lleva a matizar. ¿Cómo estamos? Mejor que hace unos meses, cuando Sergio Massa, última carta de un Gobierno perdido en sus laberintos, tomó las riendas de la Economía. De a poco, fue apagando fuegos. ¿Adónde vamos? Muy difícil contestar: serán determinantes el éxito o no de las medidas económicas de Massa, especialmente respecto de la inflación, y también la manera de dirimir internas en las dos grandes coaliciones, la gobernante Frente de Todos y la opositora Juntos por el Cambio.

Convencida de la derrota del Frente de Todos, la oposición no resuelve sus internas. En el Pro, la línea dura de Patricia Bullrich se enfrenta con la corriente moderada de Horacio Rodríguez Larreta, quien afirma buscar el consenso de un 70 % de la población para gobernar. Pero el expresidente Mauricio Macri, oficialmente no candidato, busca obviamente volver al ruedo, lo que obligaría a que Patricia Bullrich desista de presentarse.

Y los radicales, miembros plenos de la coalición, sin los cuales Macri no hubiera ganado en el 2015, ya no quieren ser socios pasivos. Tienen dos candidatos declarados, Gerardo Morales y Facundo Manes, ambos compatibles con sectores del peronismo (pero no los mismos). Sin embargo, pese a estos alardes del radicalismo, los más firmes postulantes siguen siendo Bullrich y Rodríguez Larreta, como lo muestran las encuestas. De acuerdo a los últimos sondeos, ambos podrían ser votados por un porcentaje entre un 45 y un 50 % de los argentinos.

Si en Juntos por el Cambio no faltan candidaturas, en el Frente de Todos son pocos los que se animan a declararse. En realidad, el único que afirma querer ser candidato es, curiosamente, el actual presidente, Alberto Fernández. La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner ha anunciado que no se presentaría (a ningún cargo) después de haber sido condenada por corrupción a 6 años de prisión en la causa llamada «Vialidad». Fue una suerte de desafío a la Justicia, como si dijera “No voy a tener fueros, anímense a encarcelarme”. Luego afirmó que no podría presentarse por haber sido “proscripta”, en un notable cambio semántico que no se corresponde con la realidad. La cual es, que si bien sigue siendo la figura más relevante de su espacio, más del 60 % de los argentinos no la votaría, siempre según las encuestas de las principales consultoras serias.

Y aun si cambiara de decisión, como lo sugirió el mismo presidente, apoyada en una “Operación clamor” fiel a la tradición peronista, todo indica que no habría postulantes fuertes del oficialismo para las primarias de agosto del 2023, salvo que Sergio Massa, oficialmente solo potencial candidato para el 2027, se lance en los próximos meses, como lo deja entender su entorno, si le va bien en sus políticas y obtiene resultados, especialmente, vale la pena insistir, en lo que respecta al control de la inflación.

Queda por ver qué pasa con Javier Milei. La popularidad del político libertario sube y baja al ritmo de sus declaraciones altisonantes. Siempre de acuerdo a las últimas encuestas confiables, un 40 % del electorado lo votaría, y algunos analistas imaginan configuraciones en las que podría estar en segunda vuelta. Muchos jóvenes simpatizan con él. Pero su imagen negativa supera el 50 %. De acá a la campaña de las primarias de agosto, el peso electoral de Milei seguirá siendo una incógnita.

Volvemos así al “dónde estamos”, que es, antes que nada, evaluar el efecto de las medidas de un Gobierno “Massadependiente”. Gracias a su cintura política, sus contactos internacionales y con el empresariado nacional, su buen asesoramiento y su olfato, el actual ministro de Economía, de parche en parche, logró restablecer una situación complicada, generar cierta confianza en el país y en el exterior. Y, como lo decíamos anteriormente, ganar tiempo y aire.

El dólar soja 1 fue un éxito, el 2 también. Recordemos que permitieron que los productores liquiden divisas a un tipo de cambio relativamente atractivo. Y el acuerdo con Estados Unidos sobre intercambio de información, que permitirá detectar cuentas no declaradas en el exterior, seguido por un blanqueo que aportaría dólares al Banco central, consolidaría esos logros, facilitando, junto a otras medidas, que pueda bajar la inflación, aunque no llegue al 60 %, su objetivo declarado.

Si sumamos la puesta en marcha del swap de divisas con China y la posibilidad de un préstamo importante de Brasil (siempre y cuando Lula no quede demasiado condicionado por la asonada del 8 de enero), el Banco Central podría recuperar reservas, aliviando la situación del mercado de cambios y del comercio exterior.

Paralelamente, con el crecimiento de las inversiones en la producción de litio, y la puesta en marcha del gasoducto Néstor Kirchner, prevista para junio, que evitará costosas importaciones de gas y posibilitará exportaciones a futuro hacia una Europa en crisis energética, el adónde vamos se clarifica. Daría pie, en marzo o abril, para que Sergio Massa adelante su candidatura; y para que se pueda pensar en acuerdos previos a las elecciones entre sectores moderados pero progresistas del oficialismo y de la oposición.

Por otra parte, las pérdidas ocasionadas por la sequía del 2022, estimadas en US$ 15.000 millones, podrían arruinar las previsiones optimistas del Gobierno. Asimismo, el pedido de juicio político a la Corte Suprema podría contrariar los planes de Massa, al conducir a una parálisis de la actividad parlamentaria e impedir la votación de leyes que necesita el ministro de Economía. Pero, si bien la iniciativa difícilmente podrá prosperar, por no disponer el oficialismo de las mayorías calificadas en las Cámaras, también complicaría a la oposición ante la opinión pública. Porque las audiencias en comisión revelarán sin duda las connivencias espurrias entre el Poder Judicial, el Pro y empresarios que salieron a la luz a través de hackeos, ciertamente ilegales pero no por ello menos impactantes, entre los protagonistas de un viaje a Lago Escondido a fines del año.

Notarán que no mencionamos el efecto Mundial, siempre efímero, pase lo que pase, aunque valga la pena saludar el reencuentro entre el país y la selección comandada por Lio Messi. Y resaltar que la victoria cambió positivamente el humor social.

¡Imaginen lo que hubieran sido las fiestas de fin de año para muchos luego de una nueva decepción mundialista! Hoy, los argentinos están de vacaciones –incluso los piqueteros, ¡la 9 de Julio está despejada!-, y su merecido descanso se ve apenas perturbado por las recorridas playeras de los políticos en campaña.

¡Muy buen año para todos!

 

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