Columnistas La Cámara Mendoza

Recuerdo de Jean-Édouard de Rochebouët

por Marie-France Bonbled,
Delegada Ejecutiva de CCI France Argentine, región Oeste, Mendoza

Conocí a Jean-Edouard siendo él Director General de Chandon y en simultáneo recién nombrado Presidente de la CCIFA, en 1997. Era joven, alto, serio, muy comprometido con sus nuevas funciones. Ya tenía en su mente, una visión clara de lo que pretendía de las instituciones en las que actuaba. Un crecimiento, una ampliación más allá de Buenos Aires. Fue así que surgieron las Delegaciones de Mendoza y Córdoba, con socios franco-argentinos, quienes, de inmediato, se pusieron a trabajar junto a él en los vínculos comerciales e industriales entre la Argentina y Francia.

Fue una época muy dinámica, con importantes inversiones tanto en el orden de los servicios públicos, como en la industria automotriz y otras. Fue la época de la reconversión vitivinícola en Mendoza y toda la región vitícola argentina. Que permitió a numerosas empresas francesas venir a proponer maquinarias, servicios y know-how.

Cuando jean-Édouard se retiró de Chandon, entre otras actividades, comenzó su proyecto personal llamado Cave Extrême, de vinos espumosos con una licencia de la marca Henri Piper, de la Casa Piper Heidcieck. Además de trabajar con él en la CCIFA me pidió que lo ayudara con ese proyecto así que, cuando venía desde Buenos Aires, había que recorrer y poner a punto toda la línea del proceso de producción. Junto a él aprendí mucho sobre espumosos, desde la botella hasta su contenido. Y ni hablar de degustarlos.

De las actividades que trabajábamos intensamente, surgió una época de demanda de compra de propiedades rurales, algunas desarrolladas, otras a terreno plano. Fue así como un día me encontré, junto a él, con John y Chantal du Monceau quienes se enamoraron de Tupungato y decidieron realizar su proyecto de implantarse acá. Jean-Edouard participó a fondo en la concreción de este proyecto, en todos los aspectos, a tal punto que lo sintió desde el vamos como propio. Y así se lo hicieron sentir sus propietarios.

Respetuoso, culto, deportista fanático del tenis, siempre dispuesto a escuchar y a tratar de ayudar al prójimo, devoto de la Virgen María. Pero como buen ser humano tenía también sus momentos de humor muy particular y sus rabietas. Recuerdo cuando llegaba a la oficina acá en Mendoza y venía de mal humor porque el vuelo se había demorado o golpeaba la mesa de reuniones porque no se podía conectar a internet. Un día lo amenacé que si rompía el vidrio lo iba a tener que pagar. Se calmó. Nuestra relación laboral con el tiempo se fue transformando en una sana amistad. Con él se podía dialogar.

En fin, para terminar, 25 años en la Cámara como Presidente ad honorem, dan la pauta de su grandeza de espíritu y las ganas de hacer por un objetivo claro y desinteresado.

Hoy, luego de una dura enfermedad, le toca reposar en paz. Gracias por todo Jean-Édouard.

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