La Cámara

Jean-Édouard, au revoir l’ami !

Por Juan Buchet

Me cuentan que en la Cámara le decían “El Hombre” (de hecho, llegué a escucharlo en alguna visita). Con cariño, pero sabiendo de sus exigencias. Porque sí, este hombre afable, de eternos ojos sonrientes tras sus lentes, y de cuyos labios fluía una ligera y cómplice ironía, siempre de buen tono, que supo llevar de su francés natal a su adoptado castellano, no sin perder (quizás voluntariamente), la tonada de su lengua de origen, podía ser exigente. Debía serlo en Cave Extrême, la bodega boutique que fundó en los 90, después de dejar su cargo en una de las primeras casas francesas que le apostó a producir vino en la Argentina (Moët et Chandon), la primera, en todo caso, en crear aquí un espumante que se volvió luego en el país sinónimo del que se produce en la región de Champagne. Una Pyme, decía él, que debía dirigir pensando siempre en la calidad de sus espumantes, sin olvidar las contingencias de la economía tan particular del país que lo atrapó definitivamente, mujer e hijos mediante.

Pero la Cámara, la Cámara de Comercio e Industria Franco Argentina (CCI France Argentine), que presidió de 1993 a 2018, pese a ser una estructura asociativa, debía manejarse internamente, decía también él, como una Pyme. De ahí, la exigencia del “Hombre”. Que no debió ser mala, porque contra viento y marea, y de crisis en crisis, la CCI France Argentine mantuvo y hasta aumentó sus miembros, y tuvo su peso político, durante la gestión de Jean-Édouard de Rochebouët. Recuerdo especialmente un almuerzo, en abril 2003, cuyo invitado era Roberto Lavagna, entonces Ministro de Economía del presidente Eduardo Duhalde. Fue ahí que afirmó que seguiría en el cargo si Néstor Kirchner fuera electo semanas después. La noticia hizo las primeras planas en la Argentina, recorrió el mundo, alivió a empresas y mercados.

A Jean-Édouard (“JER”), lo conocí en los 90, en un viaje de Carlos Menem a París, él en la delegación empresarial que acompañaba al Presidente, yo, como corresponsal que cubría la visita. Era entonces más discreto y reservado, pese a sus más de 190 centímetros de altura. Poco después, sería electo Presidente de la CCI France Argentine, y reelecto casi indefinidamente hasta que aceptó/decidió retirarse del cargo en 2018, no sin quedar vinculado a la Cámara como Presidente Honorario. Fue en esos más de 25 años de tormentas que hizo crecer la institución, a la vez que él afirmó su personalidad emprendedora y comunicativa, pero con la distancia suficiente como para no tomarse demasiado en serio.

Siempre la sonrisa tras los lentes, la ironía en los labios. Y una copa en la mano. Copas que chocamos, hubo muchas. ¿Cómo no saber apreciar el buen vino, y aprender a hacerlo, a su lado? Un día me dijo: “Ya no hay revistas de vino de calidad en Argentina. Vos podrías hacer una. Buena, y sin “chivos””. Se lo agradecí, pero había pasado quizás el tiempo de las revistas.

Después de la Cámara, institución asociativa que exige mucho de quien ejerce la Presidencia “ad honorem”, Jean-Édouard, siempre a la cabeza de Cave Extrême y de Atamisque (bodega a la que se había asociado y cuyos excelentes vinos creó), le encontró tiempo para ejercer otra Presidencia. Asociativa y ad honorem igualmente, y enteramente benéfica: la Fundación de Ayuda Mutua de los Franceses de Argentina (FEFA), de la que sigo siendo administrador y me alegro haber sido cofundador con JER. Pese a su enfermedad (que casi ninguno conocía), se dedicó a la FEFA con ahínco y mostrando su capacidad de manager en estos últimos años de pandemia en que nos tocó asistir a personas en dificultad con premura, pero asegurándonos siempre de la realidad del caso y del nivel de necesidad.

Cuidando el dinero público. Pero como en una Pyme. Emprendedor con capacidad de liderazgo, conocedor de vinos y bon vivant, divertido compañero y buen amigo, abierto a la comunidad, hombre de cultura, figura eminente de la relación franco argentina, Jean-Édouard de
Rochebouët fue una gran y buena persona. No dudo que su fe lo haya acompañado en sus últimos momentos y mitigado el dolor de la pérdida para su esposa Estela Ramos Mejía, sus hija e hijos Luisa, Gastón, Félix y Diego, nietos y allegados.

He y hemos perdido un amigo. Chau, Jean-Édouard.

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