Panorama

«En clave electoral»

Foto: La Nación

Mejora la economía, mientras acecha la segunda ola de la pandemia. El Gobierno desea cerrar el acuerdo con el FMI pero sin pagar el costo político…

Pandemia, vacunas, economía, empleo, FMI, Biden, commodities, campo… ¿qué signará este 2021 para la Argentina? Todos los ítems mencionados contarán en  mayor o menor medida, pero las elecciones de medio término serán sin duda el elemento principal que ordenará el año en curso, no sin orientar el futuro cercano y
dar indicaciones sobre las presidenciales del 2023.

Sin respetar el orden anunciado en estas primeras líneas, comenzaremos con los elementos a priori más positivos. Número Uno entonces… (Joe) Biden. La victoria del candidato demócrata en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos frente a Donald Trump inaugura una era de mayor previsibilidad y racionalidad en las relaciones internacionales. El regreso de la primera potencia mundial al Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y a los mecanismos e instituciones multilaterales de forma general, será positivo para la mayoría de los países del planeta, y obviamente para la Argentina.

En lo que respecta a América Latina, con Biden como con Trump, la región seguirá siendo no prioritaria para Washington, pese a ser considerada su “patio trasero”. Pero el nuevo presidente estadounidense, en parte quizás por ser el segundo de religión católica después de Kennedy en la historia de su país y tener un vínculo
personal con el papa Francisco, muestra una buena disposición hacia la Argentina. Las charlas que el sucesor de Trump mantuvo con Alberto Fernández antes y después de su asunción confirmaron que su administración no obstaculizará el buscado acuerdo con el FMI.

Si le sumamos la comprensión manifestada por la directora gerente del Fondo  Kristalina Georgieva en sus contactos con el presidente y con Guzmán, y el diálogo  fluido que este funcionario mantiene con el staff de la institución, así como los  respaldos de la canciller alemana Angela Merkel y del presidente francés Emmanuel Macron, confirmados en sendas conversaciones telefónicas con Fernández, la negociación parecería encauzarse bajo los mejores auspicios.

En un principio Martín Guzmán presentó como objetivo cerrar dicho acuerdo antes de mayo de este año, de manera a poder negociar también un último pago de 2.400 millones de dólares con el Club de París, que vence en esa fecha. La calma lograda en el frente del dólar en los últimos meses, después de que la divisa estadounidense alcanzara un techo en el mercado paralelo en octubre
2020, así como las excelentes perspectivas de ingresos por exportaciones del complejo agroindustrial, gracias a la suba del precio de los commodities, apuntalan esta estrategia, aumentando el margen de maniobra del Gobierno (pese a que sigan sin poder articular una relación no conflictiva con los productores y las organizaciones representativas del campo).

En la opinión del ministro, este reordenamiento financiero sería el primer paso, indispensable, para una reestructuración sustentable de la economía. Le ayudará el rebrote en curso de la actividad productiva. Después de un fuerte crecimiento en los dos últimos trimestres de 2020, se prevé un alza del PBI de al menos 5,5% en el 2021 (pronóstico del Gobierno), quizás más fuerte (consultoras privadas anticipan más de 6%). Si bien estará lejos de compensar la caída del año pasado (10%), la reactivación permitirá creaciones de empleo, profundizando la recuperación, que comenzó en los últimos meses de 2020, de las fuentes de trabajo perdidas durante
la cuarentena estricta.

Pero, pese a los apoyos y consensos antes señalados, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional tiene sus exigencias, que la Argentina deberá cumplir. Es decir que habrá que comprometerse a una severa reducción del déficit fiscal, imposible de lograr sin un aumento significativo de las tarifas de los servicios públicos, prácticamente congeladas desde hace dos años, y una contención
de los subsidios sociales, que no han parado de crecer en el mismo período. Aunque se diga que el Fondo estaría dispuesto a aceptar una mayor flexibilidad que de costumbre, habrá que implementar un ajuste. Y es ahí que se plantea un problema, por tratarse de un año en que el Gobierno deberá afrontar las siempre difíciles elecciones de medio término.

Ya en enero y febrero sectores influyentes del oficialismo, muchos de ellos afines a la vicepresidenta Cristina Kirchner, pero también representantes del peronismo tradicional, rechazaron un eventual ajuste en los próximos meses que les costaría votos en las legislativas de octubre. Y el 1º de marzo, en su discurso de inauguración de la Asamblea Legislativa, Alberto Fernández pareció refrendar
esta posición. El Presidente anunció nuevas medidas sociales y le puso un tope al alza de tarifas. También presentó una serie de programas cuya puesta en marcha debería traducirse en creaciones de empleo y un aumento del consumo, que se pretende alentar también con un control de precios y el cierre de paritarias con alzas de salarios unos puntos por encima de la inflación proyectada (29%,
aunque los expertos piensan que será superior).

En síntesis, un programa electoral para un año electoral, que hace pensar que la negociación con el Fondo se podría estirar hasta después de octubre. En estas condiciones, se podría complicar la estabilización de la economía, la calma del dólar y el pago de las deudas pendientes con el FMI y el Club de París, aun cuando el Fondo girará unos 3.000 millones de dólares de Derechos Especiales de Giro (DEG) que les corresponden a la Argentina.

Lo que está en juego es el control de la Cámara de Diputados, en la que el oficialismo, que domina el Senado, no tiene mayoría propia. Reflejo del resultado de las elecciones de octubre de 2019, en las que el expresidente Mauricio Macri fue apoyado por 41% de los votantes, mientras que Alberto Fernández obtuvo el 48% de los votos. Esta relativa paridad de fuerzas y el hecho que tanto el Frente de Todos como Juntos por el Cambio sean coaliciones, obliga a negociaciones permanentes, primero dentro de cada bloque, luego con potenciales aliados y finalmente con el adversario principal.

Con esta situación, el Gobierno no logra imponer su agenda en el Congreso. Todo cambiaría si lograra la mayoría en la Cámara baja. Este es obviamente su objetivo, al servicio del cual estará la política económica y social de los próximos meses, que haya o no acuerdo con el FMI. Difícil vaticinar que se pueda cumplir. Primero,
porque las encuestas son más favorables a la oposición que al oficialismo por el momento. Segundo, porque los resultados de elecciones parlamentarias se determinan por situaciones locales en las que la implantación de los candidatos, aún no conocidos, es fundamental. No hay duda que si Juntos por el Cambio utiliza
bien sus armas podrá evitar que el Frente de Todos conquiste la mayoría en Diputados. De hecho, según las encuestadoras más serias, es la hipótesis que hay que privilegiar. Aunque la oposición, dividida entre halcones (Patricia Bullrich) y palomas (Horacio Rodríguez Larreta), y con un Macri que intenta volver al ruedo
gracias a sus memorias de presidencia, deberá trabajar en detalle su oferta en circunscripciones clave.

Queda un elemento a tomar en cuenta, la pandemia. Si la temida segunda ola, que podría incluir algunas de las nuevas variantes especialmente peligrosas del virus, llega con los primeros fríos, se podría degradar el humor social. Sobre todo si la campaña de vacunación no logra tomar su vuelo en las próximas semanas,
como todo parece indicarlo al escribir estas líneas. Las vacunas, anunciadas en tono épico por el Gobierno, luego demoradas por atrasos de producción que afectan al mundo entero, dieron lugar a un escándalo inusitado cuando se supo que amigos del poder se beneficiaron con inoculaciones fuera de la fila anunciada que debía privilegiar, de manera ordenada, a adultos mayores y personal de salud. Más allá del “vacunatorio VIP” que le costó su puesto al ministro Ginés González García, las revelaciones sobre el desvío de dosis en provecho de funcionarios y personas vinculadas al Gobierno, dañaron la imagen del Presidente, según encuestas convergentes. Imagen que podría ser durablemente afectada si, por el
atraso del plan de vacunación, los contagios y decesos aumentaran en el otoño/invierno.

Si la popularidad del presidente Alberto Fernández viene cayendo mes tras mes desde mediados del 2020, y cae también la de la mayoría de las figuras políticas, tanto oficialistas como opositores, se mantiene la de Horacio Rodríguez Larreta. El intendente de la Capital consolida su imagen entre su electorado, pero crece además como político de proyección nacional en la mayoría de los otros distritos del país. Se conforta así su estrategia presidencial, que preocupa al actual oficialismo, pero también a sus aliados de Juntos por el Cambio. Affaire à suivre.

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