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El verdadero Milei y el amigo americano

Viento en popa para el presidente argentino, a menudo incomprendido en el exterior, pero respaldado abiertamente por Donald Trump y la administración estadounidense.

Por Juan Luis Buchet, Representante de RFI y corresponsal de Le Télégramme – Asesor de Radio Cultura

La contundente victoria del oficialismo —en realidad, de Javier Milei— en las elecciones de medio término sorprendió a muchos analistas dentro y fuera de la Argentina. Numerosos medios extranjeros, en especial europeos, siguen sin comprender ni poder explicar el respaldo electoral que obtuvo el Presidente el pasado 26 de octubre.

¿Por qué? En parte por un prejuicio acerca de Milei, o al menos una mala interpretación de lo que representa en el paisaje político local. Se lo clasifica como un hombre de extrema derecha que impuso un ajuste brutal y no se entiende que, después de dos años de esa política, el rechazo no sea mayoritario; todo lo contrario en realidad.

Pero Milei no es un dirigente de extrema derecha en el sentido europeo del término: no es xenófobo, ni antiinmigrante, ni proteccionista. (De hecho, en la Argentina, ninguna fuerza política podría construir un programa sobre esos ejes, a diferencia de otros países latinoamericanos, como Chile por ejemplo).

Milei es, sin duda, excéntrico, excesivo y a menudo grosero; un estilo que irrita a muchos, especialmente fuera del país y seduce a una parte de su electorado más joven. Pero sus ideas económicas —más allá de la caricatura de la “motosierra” que él mismo cultiva— se inscriben en un liberalismo clásico y un pragmatismo que, en definitiva, responde al simple sentido común.

Su propuesta, al menos en teoría, es clara: reconstruir una Argentina en declive crónico, minada por la inflación, el déficit permanente y los recurrentes incumplimientos de deuda. En un país con un Estado tan tentacular como ineficaz, que multiplicó impuestos y subsidios por décadas, Milei defiende principios básicos: ante todo, el equilibrio fiscal —no gastar más de lo que se tiene—.

Desde su asunción, el 10 de diciembre de 2023, el Gobierno registra incluso un leve superávit mensual, y el Presidente ha vetado leyes con gastos no financiados, aún a riesgo de parecer insensible —o cruel— ante demandas sociales atendibles en educación, salud y jubilaciones.

También frenó la emisión monetaria indiscriminada utilizada por administraciones anteriores, en especial peronistas: la creación de dinero se redujo al mínimo indispensable y la inflación cayó del 25 % al 2 % mensual. Queda pendiente la reactivación del empleo y de la inversión, frentes que Milei planea abordar desde el 10 de diciembre con las reformas laboral y tributaria. La nueva correlación de fuerzas en el Congreso lo fortalece, aunque aún sin asegurarle mayorías. Sin embargo, la crisis interna de un peronismo golpeado por su derrota en las elecciones de octubre debería permitirle avanzar con el apoyo de varios gobernadores.

Ese electorado —que ratificó a Milei el 26 de octubre— no es de extrema derecha: es mayoritariamente centrista y liberal, con un ala conservadora y otra progresista. En Francia correspondería al llamado ‘bloque central’

Nada de esto es revolucionario ni devastador: simplemente se trata, siempre en teoría, de enfrentar los bloqueos estructurales que todos los economistas del país reconocen. Y una mayoría de argentinos respalda esta orientación, aunque implique sacrificios de corto plazo y resultados que tardan en arribar. Ese electorado —que ratificó a Milei el 26 de octubre— no es de extrema derecha: es mayoritariamente centrista y liberal, con un ala conservadora y otra progresista. En Francia correspondería al llamado “bloque central”, que va de la centroderecha a la centroizquierda, desde Los Republicanos al Partido Socialista, pasando por el arco macronista.

De allí el traspaso constante de dirigentes del PRO hacia La Libertad Avanza, pese a los esfuerzos del expresidente Mauricio Macri por frenarlo. Si los electorados se superponen, ¿por qué no integrarse en la fuerza gobernante? Cada vez más, el amarillo macrista se tiñe de violeta mileísta.

Este movimiento expresa un consenso en torno a la política económica que no debería detenerse, a menos que el Gobierno pretenda imponer otra agenda —social, cultural— donde Milei sí es abiertamente derechista y conservador. Si decidiera librar la llamada “batalla cultural”, podría fracturar a la sociedad y, con ella, al electorado La Libertad Avanza–PRO que lo apoyó en octubre.

Pero para explicar la movilización de medio término, en la que pesó también el temor al regreso del kirchnerismo, hay algo más. El factor principal fue, sin duda, la intervención del “amigo americano”: Estados Unidos. En palabras, gestos y acciones concretas del presidente Donald Trump y del secretario del Tesoro, Scott Bessent.

En las semanas previas a las legislativas, cuando numerosos observadores auguraban un resultado desfavorable para el Gobierno y el peso argentino era atacado, Bessent diseñó —a pedido urgente del ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo— un swap por 20.000 millones de dólares que permitió resistir la tormenta cambiaria. Paralelamente, Trump renovaba públicamente su apoyo a Milei, recibido dos veces en la Casa Blanca.

Esa intervención abierta, denunciada por el peronismo como “injerencia”, no solo evitó una debacle financiera. También devolvió confianza a una parte de la opinión pública preocupada por la derrota oficialista en las elecciones de la provincia de Buenos Aires de septiembre y decepcionada por la lentitud en la reactivación, aun valorando la baja de la inflación. Para muchos electores, el respaldo de Trump confirmó que la política de liberalización aplicada desde diciembre de 2023 era el camino correcto. Y el compromiso estadounidense pareció lo suficientemente sólido como para sostener a la Argentina en los próximos años. Así, un electorado que dudaba se consolidó y contribuyó de manera determinante a la victoria del Gobierno.

El factor principal fue, sin duda, la intervención del ‘amigo americano’: Estados Unidos. En palabras, gestos y acciones concretas del presidente Donald Trump y del secretario del Tesoro, Scott Bessent.

El apoyo estadounidense fue reafirmado luego por Bessent, quien reveló negociaciones por un préstamo con la participación de bancos como JP Morgan, así como un acuerdo comercial bilateral ambicioso —confirmado oficialmente a mediados de noviembre—. A ello se suma el anuncio de futuras inversiones en sectores estratégicos: hidrocarburos, minería, tierras raras e inteligencia artificial.

Y no se trata de vagas promesas. Donald Trump —el primer presidente estadounidense en décadas que muestra un interés real por América Latina— ha elegido a la Argentina de su amigo libertario como socio estratégico. En una región donde busca frenar la influencia china y enfrenta a adversarios como el venezolano Nicolás Maduro y el colombiano Gustavo Petro, mientras el brasileño Lula da Silva se perfila como un socio complejo, la segunda economía sudamericana puede convertirse en un pivote y aliado clave para Washington.

Muy criticada por numerosos expertos, la apuesta internacional de Milei —un alineamiento incondicional con Estados Unidos— parece, por ahora, haber dado en el blanco. Permite a la Argentina imaginar un 2026 en el que podrá cumplir sus compromisos externos y encarar un crecimiento económico sostenido.

Queridos amigos y seguidores, quedo a la espera de sus comentarios. Muchas gracias!