Este webinar del 11 de mayo de 2021 fue organizado conjuntamente por las comisiones de Comercio Exterior y Legal & Fiscal de CCI France Argentine. Marcelo Elizondo es Of Counsel de Allende & Ferrante Abogados.
«Todo nos indica que estamos transitando el mes 17 del año 2020 y no el quinto de 2021. En otras partes del mundo ya están en el 2021, mientras que acá no hemos salido todavía del 2020. Sin embargo, aunque no estemos bien, tengo la esperanza de que podamos aprender de esta crisis. Pero me llamaron para hablar de comercio exterior. Recordemos que al principio de la pandemia, la Organización Mundial del Comercio pronosticaba para el 2020 una caída de entre 15 y 30% del comercio mundial de bienes y servicios, muy superior a la crisis anterior de las subprimes, en 2008-2009. Ahora tenemos los datos del año pasado y al final la caída fue de solo 5,5%. El pico del derrumbe tuvo lugar durante el segundo trimestre (casi 20%) pero se recuperó muy fuertemente y el año terminó con niveles similares a los de 2019. El comercio internacional mostró ser más resiliente a esta crisis de lo que fue en la anterior. En 2008-2009, el comercio había caído más que el PIB mundial. En 2020 fue menos. La globalización fue más resiliente. Al principio de la pandemia se pronosticaron los regresos de los nacionalismos y de retracción de la globalización. No ocurrió y, al contrario, se reforzaron los flujos y se hicieron inversiones más sofisticadas».
«La contracara de estos datos es que mientras el comercio mundial cayó 5% en 2020, él de la Argentina se derrumbó en un 15%. Tenemos un problema doméstico endógeno muy superior a los exógenos. Sufrimos tres veces más los problemas de la pandemia que otros países. Durante el primer trimestre de 2021, la Argentina recupera algo de su participación en el comercio internacional. Las exportaciones argentinas crecieron 15% y las importaciones más del 30%. Se recuperan gracias a los precios internacionales de los commodities. El principal motor de la recuperación del comercio exterior argentino en la actualidad es el incremento de las exportaciones de manufacturas de origen agropecuario (aceites, harinas, carnes procesadas, jugos procesados y hasta vinos). Las importaciones crecieron el doble de las exportaciones porque suelen crecer cuando se recuperan los niveles de actividad. Al contrario de lo que se suele pensar, las importaciones no afectan la producción local, porque se trata en gran parte de maquinaria para producir, repuestos, energía, etc.»
¿Qué pasará en 2021?
«Creo que estaremos en un nivel similar al de 2019, con un volumen de exportación de 63.000 millones de dólares. El saldo comercial será menor que él del año pasado, que fue muy generoso. Todavía habrá superávit, que estimo en el orden de los 8.000 millones de dólares (en 2019 fue el doble). Pero hay que evaluar los frenos a las importaciones. La Argentina suele ponerse palos en los engranajes de la producción con este tema. Inexorablemente. El país suele limitar las importaciones por razones cambiarias y esto termina siempre provocando recesión».
«La OMC prevé una recuperación del comercio mundial de 8%, superando los niveles de 2019. El mundo está viviendo un cambio sustancial llevado por la transformación tecnológica que nos sorprende a todos. Ha proliferado el e-commerce, la enseñanza electrónica, las monedas virtuales, etc. La economía del conocimiento hace que la matriz del comercio internacional sea muy distinta a lo que era hace tan solo un par de décadas. El principal componente de las relaciones internacionales es ahora la generación de conocimiento. El comercio internacional es empujado por la economía del conocimiento. Hacía tiempo que el comercio de servicios crecía más que el comercio de bienes y esto anticipaba ese hecho. El nuevo comercio mundial no es de productos sino de prestaciones. Lo empujan sectores que tienen más participación en esta revolución tecnológica, incluso lo agropecuarios que exporta la Argentina: los que tienen modificaciones genéticas, softwares y satelización en procesos de siembra, etc.».
«El capital intelectual pasó a ser el factor más importante de todos. Mucho más que los tres que marcaron la economía de los siglos anteriores: tierra, capital y trabajo. Las empresas que participan en esto, forman parte del comercio mundial más resiliente. Ahora es más importante tener una buena empresa que un buen producto y por esto es tan importante la calificación».
«El nuevo comercio mundial se basa menos sobre la geografía que sobre nuevas exigencias que tienen cuatro componentes: el cambio tecnológico; estándares y conductas; alianzas y acuerdos entre países que van más allá de lo meramente arancelario; confluencias regulatorias. Todo esto hace que solo el 18% del comercio prevalece ahora por cuestiones cuantitativas (menores costos). El resto se rige por cuestiones cualitativas».
¿Qué podemos esperar de la Argentina en este nuevo escenario?
«Hay un cambio de matriz, que nos hace entender la globalización desde una perspectiva distinta. No es más la de los contenedores y los barcos. Me gusta hablar de la globalización hexagonal con seis flujos: comercio de bienes; comercio de servicios; flujos de inversiones directas que están generando procesos de innovación (hoy van a los hotspots, donde hay universidades, prestadores de calidad, etc. Durante los últimos diez años esos flujos crecieron un 80% a nivel mundial mientras que en la Argentina cayeron 20%); flujos de financiamiento (venture capitals, inversores ángeles, etc.); flujos de conocimiento, información y datos; telemigraciones. La Argentina tiene enormes dificultades para participar en todo este proceso. Puede recuperarse puntualmente. En 2020 cayó 15% y terminará empatando con la recuperación actual. Pero representa tan solo 0,3% del comercio mundial. Hace 60 años era el 0,8% y hace 90 años era más del 2%. Hay un cambio de matriz al cual no adhiere la Argentina. El país permanece en el comercio de antes, fuera de las cadenas de valor y se sigue basando sobre atributos tradicionales. No participa en los nuevos escenarios, ni en la tecnología del conocimiento, el cambio tecnológico, el cumplimiento de estándares o la nueva geopolítica. Esto ocasiona muchos problemas. El país no tiene financiamiento, no tiene vacunas, no tiene inversiones extranjeras. Hay que pensar la evolución del comercio argentino en el marco de esta globalización hexagonal, aspirar a un cambio estructural, ordenar la macroeconomía, cambiar el entorno regulativo, despolitizar y ofrecer garantías, adherir a mecanismos de inserción en el mundo, etc. Tengo la esperanza de que esto llegue -aunque sea por chocarse una vez más contra el fracaso, ya que no se hace por convicción».